Este espacio esta reservado para que todos los amantes de la pesca puedan encontrar en un solo lugar todo lo relacionado a este mundo, que para muchos es un modo de vida y sustento de sus familias y para otros el deporte que lo apasiona.

Muchos viajan alrededor del mundo buscando la captura de sus sueños ya sea para satisfacción personal,a nivel competitivo o comercial.


jueves, 10 de enero de 2013

Pesca como quieras


Texto y fotos: Javier García-Egocheaga
La satisfacción en la pesca raramente se encuentra capturando más o 
mayores ejemplares, sino haciéndolo como tú quieras hacerlo. 
No se trata de pescar más, sino de pescar un pez determinado 
y de una forma determinada. En eso se basa la moderna pesca deportiva.
Siendo yo niño, un señor de Vitoria que tenía embarcación me invitaba a salir
a la mar para pescar a cacea. Largábamos por popa unos aparejos con línea
 del 0.80, plomo y cucharilla ondulante de color plateado. Manteníamos el
aparejo en la mano hasta que, tras una inconfundible picada, cobrábamos 
tan rápido como podíamos y echábamos a bordo nuestra presa. En el 
noventa por ciento de las ocasiones, se trataba de un chicharro, pieza 
que superaba el ½ kg. y que luego comíamos al horno, o usábamos de 
carnada en otras pescas.
La primera vez que fui, la experiencia me maravilló. Eso era mucho
mejor que pescar desde el muelle o desde mi piragua amarrado a
una boya en medio de la bahía. Pero cuando salí media docena de
 veces, tras muchos chicharros y mucho largar y cobrar sedal, aquella 
forma de pesca comenzó a hastiarme. Era productiva, sin duda.
No había vez que no llenásemos unos buenos baldes de chicharros,
pero no tenía ninguna emoción la empresa. Sabías de antemano lo que
ibas a coger y cómo, no había nada creativo ni diferente en cada ocasión,
 como se dice habitualmente, aquello era “sota, caballo y rey”. Así pues,
un par de días decliné la invitación a salir a la mar y el señor de Vitoria no
 volvió a llamarme para pescar en su embarcación.
Pues bien, hace un par de meses, este verano, salí por la noche a mojar
mis artificiales. Llevaba una caña de un tramo de 2.40 m. de largo; un
carrete Team Daiwa 4000 y una buena colección de muestras japonesas,
 con las que insidiar a todo lo que se moviese por la costa a tiro de caña.
Había calma total, la mar bella y el
cielo estrellado. Estuve lanzando
 y cambiando de señuelo varias
 horas sin ningún resultado.
Ya tenía los pies machacados
de tanto caminar, y el brazo,
pese a la ligereza del
conjunto comenzaba a dolerme.
En mi andadura costera había
llegado al puerto. Estaba precioso,
todo iluminado y silencioso. Sólo
los profesionales más madrugadores
comenzaban a preparar sus aparejos.
Y en estas me encontré con un
conocido que llevaba un cubo
de patalines –cangrejos nadadores-
y se dirigía a su bote.
Conversamos unos minutos, le mostré
mis artificiales y la caña que, a un
profano en la materia le parece de
juguete, y le confesé que no había
tocado una lubina en toda la noche.
Entonces, sacó una bolsa y metió
un puñado de patalines. Toma
–me dijo-, para que encarnes.
Ante su incomprensión, rechacé
el regalo y le dije que prefería
seguir probando “con lo mío”.
 Bueno, -contestó-, tú mismo.
Total, que me puse en la bocana de la dársena, aprovechando el último
 rato antes de que las embarcaciones comenzasen a surcar esas aguas y me obligaran
a irme. La escasa profundidad y la iluminación de las farolas del puerto, permitían escrutar
 bajo la superficie la silueta de los peces.
Lanzaba y recogía como había hecho el resto de la noche, mientras era observado de
refilón por el hombre de los cangrejos, que repasaba su palangre lubinero antes de salir
de puerto.
Sabía que me quedaban sólo unos minutos, así que realicé el último cambio: reemplacé
un Flash Minnow de 11 cm. por otro artificial menor que llevaba varias jornadas chupando
banquillo. Puse un Angel Kiss de 9 cm. y subí la puntera de la caña para hacerlo nadar
casi en superficie. Lo traje así un par de veces, hasta que una sombra surgida del fondo,
se lanzó sobre él con furia.
Era un chicharro. Un buen ejemplar
de algo más de 1 kg. de peso.
Y lo pasé como un enano. Hasta
le abrí el freno para permitirle sacar
hilo y lo trabajé sin prisa, gozándolo.
 En aquel momento no lo hubiera
cambiado por nada. La caña, de
una potencia de 15/40 y de
acción media, se combaba totalmente
 y el tipo del palangre levantó la
 cabeza de su aparejo y me
observó casi con asombro mientras
duró la pelea.
En el momento en que el pez salió
del agua, sonrió: Ves, ya te lo había
dicho. Eso te pasa por no hacerme
caso, me gritó mientras enfilaba la
bocana con el traqueteo de su gasolino.
Por mi parte, yo estaba feliz con aquella
sorpresa de última hora, pero no le dije
 nada. Cómo le hubiera podido explicar
 todo lo que me gusta pescar chicharros…
 si es como yo quiero, claro está. 


fuente.http://www.granpesca.com/reportajes/como_quieras.htm

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